jueves, 11 de julio de 2013

De vuelta


Hace un año que no había entrado al blog, y es que una serie de circunstancias han pasado por mi vida este último año del cuál he aprendido demasiado en comparación a los últimos años que fueron un poco flojos.

Hoy estuve limpiando mi habitación ya que dentro de poco cambiaré mis rumbos y me apetecía dejar todo en orden. Una vez que comencé con el librero, no paré de sacar libretas y hojas llenas de bocetos y dibujos a lápiz, entintados y a color. Dibujos que hice desde el kinder, primaria, secundaria, preparatoria y hasta universidad. Una evolución a través del tiempo en cuanto a procesos, técnicas y estilos por los cuáles he experimentado en papel. (Uff, y aún faltan los experimentos que he realizado en técnica digital.)


En kinder y en primaria me dedicaba a dibujar casitas, florecitas, animalitos, nubes y soles con caritas, no podía ver objeto inanimado sin rostro, todo debía ser felicidad.

Hubo una etapa en la cuál no paré de dibujar, en secundaria me enganché con el estilo manga y me emocionaba cada vez que encontraba un nuevo reto por dibujar con ese estilo. Me esforzaba con desveladas hasta madrugada tratando de mejorar. Recuerdo cuando no podía dibujar manos todos los días me levantaba a practicar y practicar hasta el cansancio, o en su defecto hasta que llegara la hora de ir a la escuela.

En preparatoria seguí por el mismo rumbo del estilo manga, trataba de dibujar cómics, (lo cuál no era nada buena) recuerdo que en esa etapa me emocionaba dibujar el cuerpo humano con perspectivas. Como cuando tomas fotos con la cámara, el cuerpo se deforma conforme al acercamiento del lente en una zona del cuerpo, pero aún así hay proporción del cuerpo. Fue el super hit, y quería dibujar todo en “ojo de pez”.

Al entrar a la universidad aún seguía dibujando estilo manga, pero no fue hasta el tercer semestre de la carrera que empecé a documentarme con montón de libros de la biblioteca. (Así es, era un ratón de biblioteca, tanto que después la bibliotecaria se convirtió en mi amiga.) También ese mismo año entré a un diplomado de ilustración con el ilustrador profesional Jilipollo. No sabía muy bien qué era la ilustración, aún así quería mejorar y aprender más y más. Nunca me arrepentiré de haber entrado a ese curso, gracias a esas clases de todos los sábados por la mañana con duración de un año, aprendí procesos que aún sigo utilizando.

Ése año de aprendizaje comencé a fusionar mi estilo con otros intereses y a experimentar estilos y técnicas con acuarela, tinta china y acrílicos. Supongo fue el año más productivo de mi vida en cuanto a enriquecimiento práctico tradicional y visual.

Luego vino esa etapa semi adolescente con mucha tarea universitaria y otras responsabilidades, monstruo acaparador que no me permitía evolucionar. Años abruptos en los cuáles casi no tuve tiempo ni para mí misma. Por lo mismo perdí un poco el interés por la ilustración tradicional y comencé a experimentar con los vectores y el photoshop. Ahí nació este blog.

Actualmente decidí volver a trabajar con el estilo tradicional, aún estoy algo oxidada por aquellos años sin tomar un lápiz en forma, pero trato de volver poco a poco y fusionarlo con las destrezas digitales.

Finalmente, cuando eres niño comienzas a dibujar hipotéticamente y conforme vas creciendo adquieres experiencia de la cual siempre supiste que no tenías habilidad alguna, sin embargo te esfuerzas para poder llegar hasta el resultado que esperas.

Y es que en este lapso de mi regreso a la ilustración, creí casi no tener suficiente práctica, pero al ver esa montaña de hojas y cuadernos de 48 cm de altura amontonados, me di cuenta que ya tengo rato tratando de ser buena en esto. Lo interesante es el resultado de comparar todos esos años en hojas repletas de recuerdos. Al final me di cuenta de que lo que empecé dibujando en el kinder lo he seguido repitiendo de manera inconsciente hasta la fecha, árboles, flores, animalitos, y chicas kawaii siguen rondando en mis sketchbooks. No puedo desafanarme del estilo manga y a pesar que ya casi no tengo contacto con él, me sigue gustando.
 

A lo largo del tiempo siento que he mejorado, hasta cierto punto sé que mi trabajo como ilustradora tiene un nivel de calidad y puedo vender mi trabajo sin ése remordimiento de que no se ve profesional. Aún así no he podido satisfacerme personalmente, no he llegado a ése resultado de nivel profesional supremo que ansío con toda mi alma, pero he decidido volver y dar lo mejor de mí.

Uno comienza sin tener ni saber bases del dibujo. No hay que desesperase para lograr el objetivo, todo es cuestión de perseverancia, práctica, adiestramiento y confianza.

Les dejo un mini video del proceso de evolución hasta la fecha.